“Poner límites no es un acto de violencia. Es un acto de amor que protege, sostiene y transforma.”
Escuela de Familias – Asociación Ad-Hoc
Poner límites también es cuidar
En muchas familias,
hablar de poner límites puede
generar dudas, miedos o incluso culpa. A veces, sentimos que limitar es
sinónimo de reprimir, controlar o imponer. Sin embargo, los límites bien
puestos no son castigos ni prohibiciones injustas: son una forma de cuidado, respeto y protección.
En el ámbito familiar,
los límites actúan como una guía
afectiva y estructurante. Nos ayudan a entender qué se espera de
nosotras/os, qué es aceptable y qué no, y nos dan un marco de seguridad
emocional. Son un recurso fundamental no solo para la convivencia, sino también
para la prevención de conductas de
riesgo, como el consumo problemático de sustancias o el desarrollo de
comportamientos autodestructivos.
Prevenir desde el hogar: los límites como herramienta de protección
Cuando hablamos de
prevención en salud mental y en el abordaje de las adicciones, a veces pensamos
únicamente en información, talleres o intervención profesional. Pero la prevención
primaria comienza en casa, en los vínculos cotidianos, en la forma en que
las personas adultas cuidamos, orientamos y acompañamos.
Los límites:
- Previenen la exposición a
situaciones de riesgo (por ejemplo, consumo precoz de
sustancias).
- Fomentan la responsabilidad personal y la capacidad de elegir con conciencia.
- Promueven la autoestima al enseñar que merecemos respeto y que
podemos cuidar nuestras decisiones.
- Ofrecen contención emocional, especialmente en momentos de crisis,
frustración o confusión.
No se trata de imponer
el control, sino de ofrecer una base segura desde la cual crecer.
En contextos de consumo: límites aún más necesarios
Cuando en el entorno
familiar hay situaciones vinculadas a adicciones,
el establecimiento de límites se vuelve aún más relevante. En estos casos,
muchas familias experimentan un desgaste profundo, sienten que han “perdido el control”
o que todo intento de diálogo fracasa.
Pero justamente en
estos contextos, poner límites firmes y
afectivos puede marcar la diferencia. No solo ayudan a proteger a la
persona que consume, sino que también cuidan al resto de la familia, evitando
dinámicas de violencia, manipulación o sobrecarga emocional.
Poner
límites no significa dejar de amar, sino amar de una manera más saludable.
Pautas para poner límites desde la prevención y el cuidado
1. Los límites se comunican, no se imponen
- Usa un lenguaje claro y directo.
- Explica el “por qué” de las normas
familiares.
- Evita los gritos, las amenazas o el
castigo físico.
2. Coherencia entre lo que se dice y lo que se hace
- Es clave que las personas adultas
estén en sintonía.
- Si decimos una cosa y hacemos otra,
perdemos autoridad emocional.
- Los límites deben ser sostenibles en
el tiempo.
3. Consecuencias que educan
- Toda conducta tiene consecuencias, y
es importante que las personas jóvenes lo aprendan.
- Las consecuencias no deben ser
humillantes ni destructivas, sino coherentes con lo pactado.
4. No cedas ante el chantaje emocional
- Las personas con consumos
problemáticos a veces manipulan para evitar consecuencias.
- Sostener los límites con firmeza
(aunque duela) es una forma de frenar esa dinámica.
- Acompañar no es complacer: es estar,
sin habilitar comportamientos dañinos.
5. Validar emociones, sin justificar conductas
- Podéis reconocer el dolor, la
angustia o el enojo, sin permitir agresiones o faltas de respeto.
6. Fomentar espacios de diálogo
- No todo debe ser corrección o
normas.
- Busca momentos de escucha y
conversación sin juicios.
- Preguntar: ¿Cómo estás? ¿En qué te
puedo acompañar?
7. Revisar nuestras propias creencias
- A veces sostenemos ideas como: “Si
le pongo límites, se va a alejar” o “ya bastante mal lo está pasando”.
- Estas creencias pueden hacernos
ceder donde deberíamos sostener.
- Poner límites también es enseñarle a
la otra persona que merece una vida sin autodestrucción.
8. Cuidarnos para poder cuidar
- Nadie puede sostener a otra persona
si está agotada o rota por dentro.
- Pedir ayuda, poner límites también a
nosotras/os mismas/os, y apoyarnos
en redes comunitarias, es parte del proceso.
No estás sola/o
Desde la Asociación
Ad-Hoc, sabemos que criar, acompañar o convivir con personas que atraviesan
situaciones de consumo problemático no es fácil. Por eso creamos la Escuela
de Familias, un espacio de encuentro, reflexión y apoyo, donde compartir
experiencias, aprender herramientas y reconstruir el tejido familiar desde el
cuidado mutuo.
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