EDUQUEMOS A NUESTROS HIJOS EN EL TIEMPO LIBRE
El tiempo
libre es el espacio temporal no ocupado por las obligaciones o necesidades. Es
el tiempo para hacer las cosas que uno desea hacer y que le satisfacen; un
tiempo para desarrollar la libertad, la autonomía y la independencia. No es un
tiempo perdido.
El empleo de
tiempo libre tiene una importancia capital como factor de riesgo del consumo de
drogas. Un joven aburrido, insatisfecho con la forma en que invierte su tiempo
de ocio, sin intereses, que pasa el tiempo sin hacer nada, no sólo es más
probable que se inicie en el consumo de drogas, sino que es más fácil que ese
consumo se convierta en la única forma de comportamiento y de relación con los
demás que sabe desarrollar. Por el contrario, un joven que emplea su tiempo
libre de forma productiva, haciendo cosas que le interesan y le satisfacen, que
se relaciona con grupos distintos en actividades diferentes, es más improbable
que consuma drogas y, en caso de que llegue a producirse el inicio del consumo,
es menos probable que éste se convierta en un problema.
Lamentablemente, los adultos no ofrecemos un buen modelo
de empleo del tiempo libre. Raramente hacemos deporte, acudimos a actos
culturales o tenemos una afición a que dedicarnos. Cuando nos relacionamos con
otros, los encuentros y actividades de ocio se organizan muchas veces en torno
al consumo de drogas legales.
¿QUÉ OPINAN LOS PADRES Y LOS JÓVENES?
En muchas ocasiones, no encontramos con este tipo de
opiniones:
Enrique: <<No entiendo esta forma de divertirse, sólo sabéis
estar en los bares o en las discotecas>>.
Pedro: <<Es que no hay otra cosa que hacer. Los jóvenes no
tenemos donde ir, sólo tenemos los bares o las discotecas. Si quieres hacer
otra cosa te cuesta un pastón>>.
Efectivamente, su vida transcurre (igual que la nuestra),
en una sociedad de consumo que les ofrece una ocupación del ocio consumista y
comercial. La industria del ocio, que en nuestro país es muy potente, ha puesto
a su disposición un entramado de bares, pubs, discotecas, etc., que proliferan
por todas las ciudades y encima la publicidad les anima a consumir este tipo de
ocio (recordar los anuncios en la televisión de jóvenes que aparecen
divirtiéndose por la noche con una copa en la mano). En definitiva, los jóvenes
están siendo dóciles y están consumiendo lo que les estamos ofreciendo.
Ana:
<<¡Pero no todos los jóvenes son iguales! Es verdad que algunos son muy
consumistas y beben mucho, pero hay otros que hacen otras cosas>>.
Esposo: <<¡Claro que sí! Y eso también hay que
decirlo>>.
Es cierto, es injusto generalizar y pensar que todos los
jóvenes son unos pasotas que no les preocupa más que divertirse y a ser posible
divertirse bebiendo. Pero la realidad es que estas actitudes y esta forma de
divertirse están ahí y no tenemos más que darnos una vuelta por algunas zonas
de “movida” de nuestros pueblos una noche de viernes.
Hay poca diversidad de ofertas de ocio y gran parte de
las actividades que a los jóvenes les gusta realizar, no son posibles si no se
gastan bastante dinero previamente. No es extraño que muchos de ellos digan que
no tienen otra cosa que hacer o que no conocen otras opciones que no sean los
bares, las discotecas o los “botellones”, porque no se fomentan, ni se les
presentan como atractivas, ni se promocionan otras alternativas, porque hay
demasiados intereses económicos creados.
¿QUÉ PUEDEN HACER LOS PADRES?
- Enseñar a ocupar su ocio de una manera positiva y gratificante para su desarrollo personal.
- Es necesario que los padres demos ejemplo positivo con la manera de ocupar nuestro ocio.
- Hacer una reflexión sobre como empleamos nuestro tiempo libre y cómo nos divertimos.
- Si los padres somos capaces de vivir nuestro tiempo de ocio plenamente, mediante actividades variadas y saludables, nuestro hijos verán como algo natural que el ocio debe ser un tiempo de diversión y que es posible obtener satisfacción a través de esta clase de actividades
- Compartir parte de nuestro ocio con ellos (hacer excursiones, pasear en bici, cenar en un restaurante, ir al cine, salir de compras, practicar algún deporte, etc.).
- Llegar a acuerdos sobre actividades para realizar juntos y que sean del gusto de todos.
- Conocer sus gustos e intereses.
- Escuchar lo que les gusta hacer y apoyar sus propuestas, cuando estas sean razonables.
- Darles facilidades y apoyo para poder desarrollar las actividades que les gustan y que sean adecuadas para su edad.
- Impulsar a la participación en instituciones educativas de cara al tiempo libre: clubs de tiempo libre, casa de la juventud, asociaciones, ONGs, etc.
- Ser críticos con la admiración excesiva de ciertas costumbres de ocio juvenil nocturno.
- Hacer un seguimiento de la ocupación de su tiempo libre, acordar y pactar unas normas de comportamiento.
- Interesarnos por lo que hacen en su ocio, sus gustos, sus planes, lo lugares que frecuentan, los amigos con quien van, etc., haciendo un seguimiento sin desconfianza.
- Ceder espacios en casa para que se reúnan y realicen alguna actividad, así los padres podrán conocer a sus amigos y el ambiente en que se mueven.
- Si sus amigos no nos agradan, no criticarlos, sino facilitarles oportunidades de conocer otro tipo de amigos y otros ambientes.
- Establecer una cantidad de dinero a la semana y no modificarla, salvo casos excepcionales. De esta manera, los chicos aprenderán a administrarse y reconocerán el valor del dinero.
- Establecer unos compromisos con las “pagas” en función al cumplimiento de unas normas (estudios, ayudar en casa, etc.).
- Acordar un horario razonable de regreso a casa, adaptado a su edad y a las características de los adolescentes, flexible según circunstancias (cumpleaños, fiestas especiales, feria, etc.) y, si es posible, fijar un horario de referencia con los padres de los amigos de nuestros hijos.
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