LAS NORMAS SON IMPORTANTES EN LA VIDA FAMILIAR
La familia es el primer grupo social al que el individuo
pertenece y donde aprende a convivir. Naturalmente, para que no haya
distorsiones y la convivencia sea fluida, el grupo familiar requiere la
existencia de normas.
Ante esta necesidad los padres tienen un papel que
cumplir como figuras de autoridad: deben fijar normas pertinentes y razonables.
Primero, cuando los hijos son todavía pequeños, de forma totalmente directiva.
Después, de manera más compartida, buscando (cuando sea posibles) la
negociación y el acuerdo.
Las normas son preventivas y sirven a las familias
porque:
- Ayudan a poner límites a los impulsos y comportamientos Facilitan, por lo tanto, el autocontrol de nuestros hijos.
- Regulan nuestros deseos más inmediatos posponiéndolos (si no es el momento).
- Regulan las situaciones y conductas a las que pueden exponerse los hijos.
Entre el control absoluto y la libertad total se define
un continuo en el que los padres se ven obligados a situarse de diferente
manera en función de la edad de los hijos y de las circunstancias. Como suele
ocurrir, en este caso tampoco los extremos son recomendables: no podemos caer
en una absoluta falta de normas, ni podemos ejercer un control obsesivo. Entre
uno y otro polo tiene que existir siempre un espacio para la libertad y es
precisamente ahí donde se construye la capacidad para tomar decisiones y para actuar
de forma responsable.
Interesa, por lo tanto, que este espacio de libertad sea
lo más amplio posible de acuerdo con dos criterios:
- La edad: A medida que los hijos crecen, el margen de libertad debe ser mayor.
- La conducta: El espacio de libertad debe ampliarse a medida que los hijos se comportan de forma responsable y toman decisiones adecuadas. Por el contrario, puede restringirse cuando las decisiones son inadecuadas o el comportamiento es irresponsable.
Las normas se establecen para ser respetadas. En este
sentido, asegurar su cumplimiento a través del ejercicio de la autoridad es un
derecho de los padres, pero también es un deber.
Por lo tanto, es importante que los padres utilicen un
“estilo educativo” que les permita, dentro de un clima afectivo, ejercer su
función no sólo de apoyo, sino también de supervisión y control de los hijos,
ya que se ha demostrado que lograr un equilibrio entre ambas funciones es donde
está la auténtica capacidad educativa de la familia.
TIPOS DE NORMAS
Los padres deben tener en cuenta cuáles son las normas y
qué importancia tienen para ellos. En muchas ocasiones, los problemas de
disciplina tienen su origen en normas confusas. En este sentido, podemos
diferenciar al menos tres grandes grupos de normas:
- Fundamentales: Son las normas de los derechos y valores fundamentales de la familia. Son de obligado cumplimiento e innegociables. Si no son respetadas, la convivencia y la educación de nuestra familia se ve dañada de forma importante. Tienen que ver con la integridad física y moral de las personas. Deben de ser pocas, extremadamente claras, poco matizables en función de las circunstancias y de obligado cumplimiento e innegociables (Ej.: no agredir físicamente a un hermano, hablar respetuosamente y sin insultar, ser sinceros, respetar los bienes materiales, ausencia de uso de drogas, etc.).
- Importantes: Son aquellas que tienen que ver con una correcta socialización y salud de los hijos. Se deben respetar en su mayoría, pero permiten cierta flexibilidad. Si no se cumplen afectan a la convivencia familiar. Deben ser en número limitado y muy claras, pero son matizables en función de las circunstancias. Si bien su cumplimiento global debe ser inevitable, algunos aspectos pueden negociarse. (Ej.: horarios de llegada a casa y de sueño, alimentación, etc.).
- Accesorias: Regulan aspectos más circunstanciales de la vida doméstica. Tienen que ver con el orden y la organización de la casa, las actividades de ocio generales, con el respeto a las preferencias de los otros, etc. Pueden ser numerosas y podemos permitir cierta flexibilidad en su cumplimiento. No son esenciales para la convivencia familiar, pero la mejoran si se cumplen. Son negociables.
CONDICIONES MÍNIMAS DE UNA BUENA NORMA
Para ejercer una autoridad firme y razonable, pueden
tenerse en cuenta los siguientes principios básicos:
1.
Las normas deben ser
realistas y ajustadas a las capacidades: Han de ser posible de cumplir, y estar
ajustadas a la realidad, adaptadas a la edad, habilidades, personalidad,
capacidades, a su grado de aprendizaje de la norma, habilidades de autocontrol,
etc. de los hijos (Ej.: no podemos pedir a un niño hiperactivo que estudie
durante cuatro horas seguidas).
2.
Las normas deben ser
claras y concretas:
Uno no puede cumplir indicaciones que no entiende, ni puede hacer cumplir
normas cuya importancia no se han parado a valorar, por eso han de ser
comprensibles y estar muy claras. Los hijos deben de saber qué se espera de
ellos. También deben conocer el grado de importancia que sus padres dan a cada
norma y qué clase de consecuencias pueden esperar en caso de no cumplirse. En
muchas ocasiones los problemas de disciplina tienen su origen en normas
confusas.
3.
Las normas deben ser
consistentes y seguras: Su aplicación debe ser aproximadamente la misma
independientemente de nuestro estado de ánimo, de la presencia de otras
personas, de nuestras ocupaciones en ese momento, igual por la madre y el padre, etc. Tener perfectamente clara la
importación que damos a cada norma ayuda mucho a ser consistente.
4.
Las normas deben ser
coherentes:
Los distintos miembros de la familia tienen diferentes funciones y, por lo
tanto, también distintas normas. Las que afectan a los hijos más pequeños no
pueden ser las mismas que las que afectan a sus hermanos mayores o a sus
padres, pero si conviene ser coherente hasta donde sea posible (Ej.: si a un
hijo pequeño se le pide que mantenga recogidos sus juguetes, a un hijo mayor no
se le puede permitir que mantenga su habitación desordenada o que no colabore
en absoluto en las tareas domésticas). Del mismo modo, las normas que afectan a
una misma persona deben ser coherentes entre sí (Ej.: no podemos pedir a un
hijo que dedique un cierto tiempo todos los días al estudio sin no tiene una
hora para llegar a casa).
5.
Las normas deben ser
acordadas, negociadas y razonadas: A ser posible, cuando las normas son negociadas y
acordadas entre todos se facilita su cumplimiento y la responsabilidad de las
personas.
¿QUÉ OPINAN LOS PADRES?
Ya hemos visto que poner límites a los hijos es necesario
para favorecer su proceso de socialización, ya que de este modo van a aprender
a aceptar las normas por las que se rige la vida fuera de la familia y con ello
favorecer su adaptación a la sociedad.
Esto supone que los padres deben “ejercer su autoridad”,
pero, aunque esto parezca fácil de hacer, ejercerlo correctamente en la
realidad del día a día no lo es.
Vamos a ver que opinan los padres de todo esto:
Lourdes: <<Mi hijo lo tiene muy claro. A las 10 de la noche
tiene que estar en casa, me da igual lo que diga … que si sus amigos llegan más
tarde, que si no le da tiempo a ir al cine por la tarde … ¡en mi casa decido
yo!>>.
Alfonso: <<En mi casa se come a las dos y no admito excusas, el
que no llega a su hora se queda sin comer>>.
Como se puede observar, Lourdes y Alfonso muestran una
tendencia a mantener una actitud que podríamos calificar de “autoritaria” en la
manera de supervisar y controlar a los hijos, consiguiendo con esta postura
probablemente que los hijos “cumplan” las normas establecidas, pero más por
miedo a las consecuencias que porque entiendan el auténtico significado que
tienen éstas para poder convivir con los demás. Por ello, los padres deben de
huir de este tipo de actitudes y evitar imponer las normas por las que se rige
la familia sin explicaciones ni razonamientos a los hijos, considerar como lo
más importante el cumplimiento de las normas y su comprensión (“esto es así
porque lo digo yo y punto”).
Paloma: <<Nosotros también hemos bebido y trasnochado mucho
cuando éramos jóvenes … Recuerdo las broncas con mis padres cada vez que
llegábamos tarde … no quiero repetir lo mismo con mi hija ¡que
disfrute!>>.
Nacho: <<También nosotros somos muy comodones ¿eh? Queremos
estar a nuestra bola, con nuestras historias y ¡claro! estar pendiente de ellos
y de sus cosas resulta pesado.
Paloma y Nacho, mantienen una actitud que podríamos
calificar de “inhibida”, no ejerciendo su autoridad ante los hijos, dejándoles
hacer, siendo esta una postura que no les ayuda a madurar y a saber adaptarse a
la sociedad en que viven. Los padres deben de rechazar este tipo de actitudes y
evitar mantener una actitud de sobreprotección con los hijos, “hacer las cosas
por ellos”, parecer mas que padres “aliados o colegas” de sus hijos, etc.
Fernando: <<Acordamos con nuestro hijo una hora que nos parece
razonable de llegada a casa y exigimos que se cumpla y si no lo hace, sabe que
el próximo fin de semana no va a salir>>.
Margarita: <<Hemos pactado que puede jugar con la consola media
hora diaria, por supuesto después de haber hecho los deberes, y los fines de
semana un tiempo también prudencial. Si no nos hace caso y se pasa, la consola
desaparece>>.
Fernando y Margarita, han logrado ejercer su autoridad de
un modo correcto y eficaz manteniendo una actitud que consigue conjugar la
firmeza con el diálogo: han llegado a un pacto con sus hijos sobre una norma
que para ellos es importante, las han acordado con sus hijos, les exigen un
compromiso y ser responsables a la hora de cumplirlas, expresan claramente las
consecuencias que va a tener para sus hijos el que no las cumplan, etc.
¿QUÉ PUEDEN HACER LOS PADRES?
Asumir sin contradicciones el papel de padres
Mónica: <<Mi padre es como un colega y me deja hacer lo que yo
quiera, ellos van a su bola y yo a la mía, no se meten en mi vida>>.
Los padres y los hijos pueden llevarse muy bien, tener
una buena comunicación y comprensión mutua, esto es lo deseable, pero no se
deben confundir los papeles y pensar que dejarles hacer los que quieran como le
sucede al padre de Mónica, es el mejor modo de educarles.
Por lo tanto, es necesario actuar como padres; siendo
personas de referencia para nuestros hijos, pero con autoridad en la relación y
no en un plano de igualdad; siendo orientadores y tutores de la conducta de los
hijos, es decir, sin dejar de ejercer esta responsabilidad educativa.
Establecer límites y normas de convivencia
familiar
Isabel: <<Mis padres me pagan la tarjeta del móvil y me tiene
que durar un mes, pero casi siempre me paso y se me acaba antes, mi madre es
una borde y no me quiere dar un euro hasta el mes que viene, así que me camelo
a mi padre, que es un cielo, y me compra otra tarjeta … sin que se entere
ella>>.
Tomás: <<Mis padres quieren que cenemos todos juntos, sin la
tele y si llaman mis amigos por teléfono no dejan que me ponga. A mi me parece
una chorrada, pero le tengo que hacer porque para ellos es muy importante y se
mosquean cantidad>>.
Cuando estamos hablando de normas, nos estamos refiriendo
a una acción, tarea o comportamiento que queremos establecer en nuestra
convivencia familiar.
Hacerlo bien supone que los padres se “paren a pensar” en
estos tres pasos:
- Definir bien las normas para que los hijos las entiendan correctamente.
- Motivar para que las acepten.
- Tener claro qué se va a hacer cuando estas no se cumplan.
Actuar con coherencia a la hora de la aplicación
de normas
José:
<<Mi padre, si me duermo y no voy a clase, algunas veces se pone como una
fiera, pero otras le da igual, ni siquiera se rebota … según tenga el día>>.
Elías: <<Entre semana mis padres no me dejan ver la
televisión al llegar del cole. Pero si algún día mi madre quiere que le deje
tranquila, me dice: ¡Hala! ¡vete a ver la tele un rato!>>.
Lourdes: <<A mi madre le dan los arrebatos. Cuando no le ayudamos
a recoger la cocina y dejamos todo tirado nos castigas, a mi hermano y a mí,
sin paga el fin de semana. Luego llega el viernes y se le olvida>>.
Como ya hemos analizado con anterioridad, es necesario
que las normas se apliquen con cierta coherencia.
¿QUÉ HACER PARA QUE LAS NORMAS SE CUMPLAN?
Podemos recurrir a los refuerzos, es decir, a estímulos
que siguen a las conductas y que el niño considera deseables. Estos refuerzos
pueden ser tanto verbales (alabanzas, reconocimiento de cualidades, etc.) como
no verbales (regalos, oportunidades de diversión, tiempo de televisión, etc.).
En otras ocasiones, las normas domésticas no pretenden
que los hijos hagan algo, sino precisamente lo contrario, es decir, que no
realicen una determinada conducta. En estos casos, conviene valorar
cuidadosamente si la realización de esa conducta es o no satisfactoria en sí
misma para el niño, únicamente es un medio para obtener nuestra atención. En
este último caso, la mejor estrategia es ignorar la conducta ya que, si les
prestamos atención, aunque sea para reñirles, estaremos reforzando la conducta
que pretendemos evitar.
¿Y CUANDO LAS NORMAS NO SE CUMPLEN?
Lo primero, es dejar que se explique. En función de la
importancia de la norma, quizá la explicación pueda matizar nuestra respuesta.
Después, tenemos dos recursos: suprimir refuerzos o
castigar. En el primer caso, se eliminará alguno de los premios que hubiera
recibido mientras su conducta era adecuada. En el segundo caso, el niño
recibirá consecuencias desagradables. Ambos procedimientos son útiles siempre y
cuando:
- Sean proporcionales a la conducta incorrecta.
- Se produzcan inmediatamente después de la conducta que queremos evitar.
- Nuestro hijo sepa exactamente por qué se producen y que debe hacer para recuperar los refuerzos o para que cese el castigo.
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