martes, 13 de diciembre de 2016

Control de la tensión emocional





  
¿QUÉ QUIERE DECIR TENER ANSIEDAD?

            La ansiedad es un conjunto de señales producidas por el organismo que nosotros interpretamos como molestas en incómodas y que, en ocasiones, nos incapacitan para resolver de forma adecuada los problemas que nos ocurren en la vida cotidiana.
            A la hora de observar estas señales, debemos tener en cuenta los tres sistemas de respuesta de nuestro organismo:


  • Lo que pienso.
  • Lo que siento.
  • Lo que hago.


            Estos tres sistemas están muy relacionados entre sí, de modo que si siento señales desagradables tales como tensión muscular, sudor de manos, ponerse rojo, temblores, ahogos, etc., es probable que tenga pensamientos negativos tales como: <<me siento mal>>, <<no puedo aguantar>> y <<se están dando cuenta de mi nerviosismo>>. Suele ocurrir que cuando nos sentimos así, las soluciones que buscamos a nuestros problemas o dificultades no son las más adecuadas. Si estas situaciones se suceden con frecuencia, es evidente que el malestar aumentará y algunas señales pueden volverse crónicas, produciendo enfermedades y estados de estrés. Por ello, es importante que utilicemos estrategias que nos ayuden a mejorar nuestra calidad de vida y nuestra forma de enfrentarnos a las situaciones cotidianas, con objeto de tener la menor ansiedad posible y poder actuar de forma más tranquila y productiva para resolver nuestros problemas.



LA RESPIRACIÓN ABDOMINAL

            Pero, ¿de qué sirve saber cuál es el grado de ansiedad que tengo si no sé cómo disminuirlo? La respiración abdominal es una técnica que sirve para reducir la tensión. Recuerda los pasos:


1.     Introducir el aire por la nariz muy lentamente
2.     Llenar la tripa de aire
3.     Llenar de aire los pulmones
4.     Aguantar unos segundos la respiración
5.     Soltar el aire por la boca muy lenta y rítmicamente
6.     Vaciar totalmente de aire
7.     Repetir la secuencia






LOS PENSAMIENTOS IRRACIONALES
            
            Los pensamientos irracionales son aquellos que nos hacen sentir exageradamente mal, y es bastante habitual que se presenten en situaciones de mucha tensión.
         

            Algunos tipos de los pensamientos más frecuentes son:

TIPO
CONCEPTO
EJEMPLOS
Pensamientos catastróficos
Verifican o anuncian sucesos dramáticos o trágicos
-Esto es horrible
-Es lo peor que podría pasarme
-No puedo más
Pensamientos de generalización
Generalizaciones no basadas en una observación detallada de la realidad
-Todo me sale mal
-Siempre me pasa lo mismo
-Nunca se va a resolver
Pensamientos imperativos
Obligan a hacer algo o bien imponer obligaciones a uno mismo o a los demás
-Debería hacer algo para arreglarlo
-Mis hijos deberían compren-der la situación
-Debería haber sido un buen padre
-Tengo que hacerlo bien a partir de ahora
Pensamientos de necesidad psicológica
Convierten nuestras aspiracio-nes o deseos en algo imprescin-dible para la supervivencia, adquiriendo la misma importan-cia que si se tratara de necesi-dades fisiológicas
-Necesito que mis hijos me quieran
-No puedo vivir sin ver a mis hijos
 

            Si tienes pensamientos de estos tipos, u otros que te resulten molestos y creas que debes controlar, utiliza la parada de pensamiento. Esta técnica te servirá para mantener a raya los pensamientos, y consiste en parar diciéndote siempre la misma frase.

¡BASTA! PENSANDO ASÍ NO ARREGLO NADA

            Posteriormente, debes realizar una actividad que te obligue a cambiar de pensamiento y que exija tu máxima concentración.

UN ESTILO DE VIDA SALUDABLE

            Al referirnos a la ansiedad y a la tensión que nos producen los problemas cotidianos, no podemos olvidar que es preciso tener unos pequeños espacios de relax personal, unos momentos reservados para uno mismo en los que disfrutar y sentirse a gusto. Ante esto, solemos pensar que no tenemos derecho, que no tenemos tiempo, que “ya me gustaría a mí”. Debemos recordar que si nos sentimos bien con nosotros mismos, la relación con los demás será más fácil y agradable y que además estaremos ofreciendo a nuestros hijos modelos de ocio alternativos al consumo de sustancias.

viernes, 9 de diciembre de 2016

Educar para el ocio y el tiempo libre


EDUQUEMOS A NUESTROS HIJOS EN EL TIEMPO LIBRE



El tiempo libre es el espacio temporal no ocupado por las obligaciones o necesidades. Es el tiempo para hacer las cosas que uno desea hacer y que le satisfacen; un tiempo para desarrollar la libertad, la autonomía y la independencia. No es un tiempo perdido.
El empleo de tiempo libre tiene una importancia capital como factor de riesgo del consumo de drogas. Un joven aburrido, insatisfecho con la forma en que invierte su tiempo de ocio, sin intereses, que pasa el tiempo sin hacer nada, no sólo es más probable que se inicie en el consumo de drogas, sino que es más fácil que ese consumo se convierta en la única forma de comportamiento y de relación con los demás que sabe desarrollar. Por el contrario, un joven que emplea su tiempo libre de forma productiva, haciendo cosas que le interesan y le satisfacen, que se relaciona con grupos distintos en actividades diferentes, es más improbable que consuma drogas y, en caso de que llegue a producirse el inicio del consumo, es menos probable que éste se convierta en un problema.
            Lamentablemente, los adultos no ofrecemos un buen modelo de empleo del tiempo libre. Raramente hacemos deporte, acudimos a actos culturales o tenemos una afición a que dedicarnos. Cuando nos relacionamos con otros, los encuentros y actividades de ocio se organizan muchas veces en torno al consumo de drogas legales.
           
¿QUÉ OPINAN LOS PADRES Y LOS JÓVENES?

            En muchas ocasiones, no encontramos con este tipo de opiniones:

Enrique: <<No entiendo esta forma de divertirse, sólo sabéis estar en los bares o en las discotecas>>.
Pedro: <<Es que no hay otra cosa que hacer. Los jóvenes no tenemos donde ir, sólo tenemos los bares o las discotecas. Si quieres hacer otra cosa te cuesta un pastón>>.

            Efectivamente, su vida transcurre (igual que la nuestra), en una sociedad de consumo que les ofrece una ocupación del ocio consumista y comercial. La industria del ocio, que en nuestro país es muy potente, ha puesto a su disposición un entramado de bares, pubs, discotecas, etc., que proliferan por todas las ciudades y encima la publicidad les anima a consumir este tipo de ocio (recordar los anuncios en la televisión de jóvenes que aparecen divirtiéndose por la noche con una copa en la mano). En definitiva, los jóvenes están siendo dóciles y están consumiendo lo que les estamos ofreciendo.

Ana: <<¡Pero no todos los jóvenes son iguales! Es verdad que algunos son muy consumistas y beben mucho, pero hay otros que hacen otras cosas>>.
Esposo: <<¡Claro que sí! Y eso también hay que decirlo>>.

           Es cierto, es injusto generalizar y pensar que todos los jóvenes son unos pasotas que no les preocupa más que divertirse y a ser posible divertirse bebiendo. Pero la realidad es que estas actitudes y esta forma de divertirse están ahí y no tenemos más que darnos una vuelta por algunas zonas de “movida” de nuestros pueblos una noche de viernes.
            Hay poca diversidad de ofertas de ocio y gran parte de las actividades que a los jóvenes les gusta realizar, no son posibles si no se gastan bastante dinero previamente. No es extraño que muchos de ellos digan que no tienen otra cosa que hacer o que no conocen otras opciones que no sean los bares, las discotecas o los “botellones”, porque no se fomentan, ni se les presentan como atractivas, ni se promocionan otras alternativas, porque hay demasiados intereses económicos creados.



¿QUÉ PUEDEN HACER LOS PADRES?

  • Enseñar a ocupar su ocio de una manera positiva y gratificante para su desarrollo personal.
  • Es necesario que los padres demos ejemplo positivo con la manera de ocupar nuestro ocio.
  • Hacer una reflexión sobre como empleamos nuestro tiempo libre y cómo nos divertimos.
  •  Si los padres somos capaces de vivir nuestro tiempo de ocio plenamente, mediante actividades variadas y saludables, nuestro hijos verán como algo natural que el ocio debe ser un tiempo de diversión y que es posible obtener satisfacción a través de esta clase de actividades
  •  Compartir parte de nuestro ocio con ellos (hacer excursiones, pasear en bici, cenar en un restaurante, ir al cine, salir de compras, practicar algún deporte, etc.).
  • Llegar a acuerdos sobre actividades para realizar juntos y que sean del gusto de todos.
  •  Conocer sus gustos e intereses.
  • Escuchar lo que les gusta hacer y apoyar sus propuestas, cuando estas sean razonables.
  • Darles facilidades y apoyo para poder desarrollar las actividades que les gustan y que sean adecuadas para su edad.
  • Impulsar a la participación en instituciones educativas de cara al tiempo libre: clubs de tiempo libre, casa de la juventud, asociaciones, ONGs, etc.
  • Ser críticos con la admiración excesiva de ciertas costumbres de ocio juvenil nocturno.
  • Hacer un seguimiento de la ocupación de su tiempo libre, acordar y pactar unas normas de comportamiento.
  • Interesarnos por lo que hacen en su ocio, sus gustos, sus planes, lo lugares que frecuentan, los amigos con quien van, etc., haciendo un seguimiento sin desconfianza.
  •  Ceder espacios en casa para que se reúnan y realicen alguna actividad, así los padres podrán conocer a sus amigos y el ambiente en que se mueven.
  • Si sus amigos no nos agradan, no criticarlos, sino facilitarles oportunidades de conocer otro tipo de amigos y otros ambientes.
  • Establecer una cantidad de dinero a la semana y no modificarla, salvo casos excepcionales. De esta manera, los chicos aprenderán a administrarse y reconocerán el valor del dinero.
  • Establecer unos compromisos con las “pagas” en función al cumplimiento de unas normas (estudios, ayudar en casa, etc.).
  • Acordar un horario razonable de regreso a casa, adaptado a su edad y a las características de los adolescentes, flexible según circunstancias (cumpleaños, fiestas especiales, feria, etc.) y, si es posible, fijar un horario de referencia con los padres de los amigos de nuestros hijos.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Normas familiares





LAS NORMAS SON IMPORTANTES EN LA VIDA FAMILIAR

            La familia es el primer grupo social al que el individuo pertenece y donde aprende a convivir. Naturalmente, para que no haya distorsiones y la convivencia sea fluida, el grupo familiar requiere la existencia de normas.
            Ante esta necesidad los padres tienen un papel que cumplir como figuras de autoridad: deben fijar normas pertinentes y razonables. Primero, cuando los hijos son todavía pequeños, de forma totalmente directiva. Después, de manera más compartida, buscando (cuando sea posibles) la negociación y el acuerdo.

            Las normas son preventivas y sirven a las familias porque:


  • Ayudan a poner límites a los impulsos y comportamientos Facilitan, por lo tanto, el autocontrol de nuestros hijos.
  • Regulan nuestros deseos más inmediatos posponiéndolos (si no es el momento).
  • Regulan las situaciones y conductas a las que pueden exponerse los hijos.


            Entre el control absoluto y la libertad total se define un continuo en el que los padres se ven obligados a situarse de diferente manera en función de la edad de los hijos y de las circunstancias. Como suele ocurrir, en este caso tampoco los extremos son recomendables: no podemos caer en una absoluta falta de normas, ni podemos ejercer un control obsesivo. Entre uno y otro polo tiene que existir siempre un espacio para la libertad y es precisamente ahí donde se construye la capacidad para tomar decisiones y para actuar de forma responsable.
            Interesa, por lo tanto, que este espacio de libertad sea lo más amplio posible de acuerdo con dos criterios:


  • La edad: A medida que los hijos crecen, el margen de libertad debe ser mayor.
  • La conducta: El espacio de libertad debe ampliarse a medida que los hijos se comportan de forma responsable y toman decisiones adecuadas. Por el contrario, puede restringirse cuando las decisiones son inadecuadas o el comportamiento es irresponsable.


            Las normas se establecen para ser respetadas. En este sentido, asegurar su cumplimiento a través del ejercicio de la autoridad es un derecho de los padres, pero también es un deber.
            Por lo tanto, es importante que los padres utilicen un “estilo educativo” que les permita, dentro de un clima afectivo, ejercer su función no sólo de apoyo, sino también de supervisión y control de los hijos, ya que se ha demostrado que lograr un equilibrio entre ambas funciones es donde está la auténtica capacidad educativa de la familia.

TIPOS DE NORMAS

            Los padres deben tener en cuenta cuáles son las normas y qué importancia tienen para ellos. En muchas ocasiones, los problemas de disciplina tienen su origen en normas confusas. En este sentido, podemos diferenciar al menos tres grandes grupos de normas:


  • Fundamentales: Son las normas de los derechos y valores fundamentales de la familia. Son de obligado cumplimiento e innegociables. Si no son respetadas, la convivencia y la educación de nuestra familia se ve dañada de forma importante. Tienen que ver con la integridad física y moral de las personas. Deben de ser pocas, extremadamente claras, poco matizables en función de las circunstancias y de obligado cumplimiento e innegociables (Ej.: no agredir físicamente a un hermano, hablar respetuosamente y sin insultar, ser sinceros, respetar los bienes materiales, ausencia de uso de drogas, etc.).
  • Importantes: Son aquellas que tienen que ver con una correcta socialización y salud de los hijos. Se deben respetar en su mayoría, pero permiten cierta flexibilidad. Si no se cumplen afectan a la convivencia familiar. Deben ser en número limitado y muy claras, pero son matizables en función de las circunstancias. Si bien su cumplimiento global debe ser inevitable, algunos aspectos pueden negociarse. (Ej.: horarios de llegada a casa y de sueño, alimentación, etc.).
  • Accesorias: Regulan aspectos más circunstanciales de la vida doméstica. Tienen que ver con el orden y la organización de la casa, las actividades de ocio generales, con el respeto a las preferencias de los otros, etc. Pueden ser numerosas y podemos permitir cierta flexibilidad en su cumplimiento. No son esenciales para la convivencia familiar, pero la mejoran si se cumplen. Son negociables.



CONDICIONES MÍNIMAS DE UNA BUENA NORMA

            Para ejercer una autoridad firme y razonable, pueden tenerse en cuenta los siguientes principios básicos:

1.   Las normas deben ser realistas y ajustadas a las capacidades: Han de ser posible de cumplir, y estar ajustadas a la realidad, adaptadas a la edad, habilidades, personalidad, capacidades, a su grado de aprendizaje de la norma, habilidades de autocontrol, etc. de los hijos (Ej.: no podemos pedir a un niño hiperactivo que estudie durante cuatro horas seguidas).
2.   Las normas deben ser claras y concretas: Uno no puede cumplir indicaciones que no entiende, ni puede hacer cumplir normas cuya importancia no se han parado a valorar, por eso han de ser comprensibles y estar muy claras. Los hijos deben de saber qué se espera de ellos. También deben conocer el grado de importancia que sus padres dan a cada norma y qué clase de consecuencias pueden esperar en caso de no cumplirse. En muchas ocasiones los problemas de disciplina tienen su origen en normas confusas.
3.   Las normas deben ser consistentes y seguras: Su aplicación debe ser aproximadamente la misma independientemente de nuestro estado de ánimo, de la presencia de otras personas, de nuestras ocupaciones en ese momento, igual por la madre y  el padre, etc. Tener perfectamente clara la importación que damos a cada norma ayuda mucho a ser consistente.
4.   Las normas deben ser coherentes: Los distintos miembros de la familia tienen diferentes funciones y, por lo tanto, también distintas normas. Las que afectan a los hijos más pequeños no pueden ser las mismas que las que afectan a sus hermanos mayores o a sus padres, pero si conviene ser coherente hasta donde sea posible (Ej.: si a un hijo pequeño se le pide que mantenga recogidos sus juguetes, a un hijo mayor no se le puede permitir que mantenga su habitación desordenada o que no colabore en absoluto en las tareas domésticas). Del mismo modo, las normas que afectan a una misma persona deben ser coherentes entre sí (Ej.: no podemos pedir a un hijo que dedique un cierto tiempo todos los días al estudio sin no tiene una hora para llegar a casa).
5.   Las normas deben ser acordadas, negociadas y razonadas: A ser posible, cuando las normas son negociadas y acordadas entre todos se facilita su cumplimiento y la responsabilidad de las personas. 



¿QUÉ OPINAN LOS PADRES?

            Ya hemos visto que poner límites a los hijos es necesario para favorecer su proceso de socialización, ya que de este modo van a aprender a aceptar las normas por las que se rige la vida fuera de la familia y con ello favorecer su adaptación a la sociedad.
            Esto supone que los padres deben “ejercer su autoridad”, pero, aunque esto parezca fácil de hacer, ejercerlo correctamente en la realidad del día a día no lo es.
            Vamos a ver que opinan los padres de todo esto:

Lourdes: <<Mi hijo lo tiene muy claro. A las 10 de la noche tiene que estar en casa, me da igual lo que diga … que si sus amigos llegan más tarde, que si no le da tiempo a ir al cine por la tarde … ¡en mi casa decido yo!>>.
Alfonso: <<En mi casa se come a las dos y no admito excusas, el que no llega a su hora se queda sin comer>>.

            Como se puede observar, Lourdes y Alfonso muestran una tendencia a mantener una actitud que podríamos calificar de “autoritaria” en la manera de supervisar y controlar a los hijos, consiguiendo con esta postura probablemente que los hijos “cumplan” las normas establecidas, pero más por miedo a las consecuencias que porque entiendan el auténtico significado que tienen éstas para poder convivir con los demás. Por ello, los padres deben de huir de este tipo de actitudes y evitar imponer las normas por las que se rige la familia sin explicaciones ni razonamientos a los hijos, considerar como lo más importante el cumplimiento de las normas y su comprensión (“esto es así porque lo digo yo y punto”).

Paloma: <<Nosotros también hemos bebido y trasnochado mucho cuando éramos jóvenes … Recuerdo las broncas con mis padres cada vez que llegábamos tarde … no quiero repetir lo mismo con mi hija ¡que disfrute!>>.
Nacho: <<También nosotros somos muy comodones ¿eh? Queremos estar a nuestra bola, con nuestras historias y ¡claro! estar pendiente de ellos y de sus cosas resulta pesado.

            Paloma y Nacho, mantienen una actitud que podríamos calificar de “inhibida”, no ejerciendo su autoridad ante los hijos, dejándoles hacer, siendo esta una postura que no les ayuda a madurar y a saber adaptarse a la sociedad en que viven. Los padres deben de rechazar este tipo de actitudes y evitar mantener una actitud de sobreprotección con los hijos, “hacer las cosas por ellos”, parecer mas que padres “aliados o colegas” de sus hijos, etc.

Fernando: <<Acordamos con nuestro hijo una hora que nos parece razonable de llegada a casa y exigimos que se cumpla y si no lo hace, sabe que el próximo fin de semana no va a salir>>.
Margarita: <<Hemos pactado que puede jugar con la consola media hora diaria, por supuesto después de haber hecho los deberes, y los fines de semana un tiempo también prudencial. Si no nos hace caso y se pasa, la consola desaparece>>.

            Fernando y Margarita, han logrado ejercer su autoridad de un modo correcto y eficaz manteniendo una actitud que consigue conjugar la firmeza con el diálogo: han llegado a un pacto con sus hijos sobre una norma que para ellos es importante, las han acordado con sus hijos, les exigen un compromiso y ser responsables a la hora de cumplirlas, expresan claramente las consecuencias que va a tener para sus hijos el que no las cumplan, etc.


 ¿QUÉ PUEDEN HACER LOS PADRES?

Asumir sin contradicciones el papel de padres

Mónica: <<Mi padre es como un colega y me deja hacer lo que yo quiera, ellos van a su bola y yo a la mía, no se meten en mi vida>>.

            Los padres y los hijos pueden llevarse muy bien, tener una buena comunicación y comprensión mutua, esto es lo deseable, pero no se deben confundir los papeles y pensar que dejarles hacer los que quieran como le sucede al padre de Mónica, es el mejor modo de educarles.
            Por lo tanto, es necesario actuar como padres; siendo personas de referencia para nuestros hijos, pero con autoridad en la relación y no en un plano de igualdad; siendo orientadores y tutores de la conducta de los hijos, es decir, sin dejar de ejercer esta responsabilidad educativa.

Establecer límites y normas de convivencia familiar

Isabel: <<Mis padres me pagan la tarjeta del móvil y me tiene que durar un mes, pero casi siempre me paso y se me acaba antes, mi madre es una borde y no me quiere dar un euro hasta el mes que viene, así que me camelo a mi padre, que es un cielo, y me compra otra tarjeta … sin que se entere ella>>.
Tomás: <<Mis padres quieren que cenemos todos juntos, sin la tele y si llaman mis amigos por teléfono no dejan que me ponga. A mi me parece una chorrada, pero le tengo que hacer porque para ellos es muy importante y se mosquean cantidad>>.

            Cuando estamos hablando de normas, nos estamos refiriendo a una acción, tarea o comportamiento que queremos establecer en nuestra convivencia familiar.
            Hacerlo bien supone que los padres se “paren a pensar” en estos tres pasos:

  1. Definir bien las normas para que los hijos las entiendan correctamente.
  2. Motivar para que las acepten.
  3. Tener claro qué se va a hacer cuando estas no se cumplan.

Actuar con coherencia a la hora de la aplicación de normas

José: <<Mi padre, si me duermo y no voy a clase, algunas veces se pone como una fiera, pero otras le da igual, ni siquiera se rebota … según tenga el día>>.
Elías: <<Entre semana mis padres no me dejan ver la televisión al llegar del cole. Pero si algún día mi madre quiere que le deje tranquila, me dice: ¡Hala! ¡vete a ver la tele un rato!>>.
Lourdes: <<A mi madre le dan los arrebatos. Cuando no le ayudamos a recoger la cocina y dejamos todo tirado nos castigas, a mi hermano y a mí, sin paga el fin de semana. Luego llega el viernes y se le olvida>>.

            Como ya hemos analizado con anterioridad, es necesario que las normas se apliquen con cierta coherencia.



¿QUÉ HACER PARA QUE LAS NORMAS SE CUMPLAN?

            Podemos recurrir a los refuerzos, es decir, a estímulos que siguen a las conductas y que el niño considera deseables. Estos refuerzos pueden ser tanto verbales (alabanzas, reconocimiento de cualidades, etc.) como no verbales (regalos, oportunidades de diversión, tiempo de televisión, etc.).
            En otras ocasiones, las normas domésticas no pretenden que los hijos hagan algo, sino precisamente lo contrario, es decir, que no realicen una determinada conducta. En estos casos, conviene valorar cuidadosamente si la realización de esa conducta es o no satisfactoria en sí misma para el niño, únicamente es un medio para obtener nuestra atención. En este último caso, la mejor estrategia es ignorar la conducta ya que, si les prestamos atención, aunque sea para reñirles, estaremos reforzando la conducta que pretendemos evitar.

¿Y CUANDO LAS NORMAS NO SE CUMPLEN?

            Lo primero, es dejar que se explique. En función de la importancia de la norma, quizá la explicación pueda matizar nuestra respuesta.
            Después, tenemos dos recursos: suprimir refuerzos o castigar. En el primer caso, se eliminará alguno de los premios que hubiera recibido mientras su conducta era adecuada. En el segundo caso, el niño recibirá consecuencias desagradables. Ambos procedimientos son útiles siempre y cuando:

  •  Sean proporcionales a la conducta incorrecta.
  •  Se produzcan inmediatamente después de la conducta que queremos evitar.
  •  Nuestro hijo sepa exactamente por qué se producen y que debe hacer para recuperar los refuerzos o para que cese el castigo.