lunes, 8 de junio de 2020

Estrategias para motivar a los niños a seguir aprendiendo desde casa




Aquí unos consejos para docentes y padres para conseguir mantener viva esa motivación por el aprendizaje durante el confinamiento:
1- Horarios con tiempo libre. Durante el periodo escolar, muchos niños van a la escuela por la mañana y parte de la tarde, hacen actividades físicas y extraescolares, socializan y juegan con los compañeros y, cuando llegan a casa, hacen las tareas escolares. Adriana Ornellas, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación y coordinadora del grupo de investigación eTIC de la UOC, afirma que no podemos reproducir al 100 % esta realidad, pero sí establecer hábitos y rutinas que nos acerquen a una situación de normalidad. Según la profesora de la UOC, es recomendable priorizar las mañanas, cuando los niños están más activos y dispuestos a participar, para que los docentes establezcan las conexiones con el grupo de clase y los estudiantes se conecten a los entornos virtuales, conozcan las tareas asignadas, planifiquen el trabajo y hagan actividades. Después, es importante «destinar un tiempo del día para el paseo, el juego y la actividad física en los espacios exteriores, ahora que se han flexibilizado las medidas de confinamiento». Las tardes son más apropiadas para leer, escribir, pintar, escuchar música, hacer tareas conjuntas o conectarse virtualmente con amigos y familiares.
2- Fomentar la concentración de los niños con espacios fijos. En función de las posibilidades del domicilio y de cada familia, podemos controlar algunos aspectos que promuevan la concentración. Si intentamos que estudien en un espacio lo más aislado posible, con todo el material necesario, les estaremos ayudando a reducir estímulos externos. «Así evitaremos interferencias de otras personas y que tengan que levantarse para buscar material», señala Amalia Gordóvil, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC y psicóloga infantojuvenil en el centro GRAT.
3- Seguir las cinco «C». Para Adriana Ornellas, la clave para lograr la motivación de los niños es promover actividades de aprendizaje que incluyan las cinco «C»: contexto, creatividad, curiosidad, control y colaboración. La primera se refiere a conectar el aprendizaje con los conocimientos y las experiencias previas, articulando lo que se aprende con la realidad que se está viviendo; la creatividad se logra estimulando la resolución creativa de problemas reales y significativos; en cuanto a la curiosidad, se trata de procurar despertar el interés del estudiante por lo que está aprendiendo; el control se refiere a que los estudiantes puedan influir en lo que aprenden y elegir cómo lo aprenden, y respecto a la colaboración, la idea es promover la interacción y el trabajo en equipo entre los estudiantes y las familias.
4- Fijar objetivos pequeños y concretos. Para fomentar la motivación de los niños, podemos concretar objetivos no demasiado ambiciosos. De esa forma, serán alcanzables «y ellos verán que van consiguiendo algo. Por ejemplo, hoy haremos los ejercicios de esta página. O estas diez multiplicaciones», señala Zenaida Aguilar, profesora colaboradora del máster universitario de Psicología Infantil y Juvenil: Técnicas y Estrategias de Intervención de la UOC, que advierte que hacer lo contrario —es decir, marcarse metas muy ambiciosas— solo conseguirá frustrarlos.
5- Adaptarse al niño. Las necesidades, los intereses y las formas de aprender de cada niño son distintas, y tenerlo en cuenta es una ventaja a la hora de motivarles. «No todos los niños tienen la misma capacidad de atención ni la ponen en práctica de la misma manera. Hay niños que en movimiento retienen más, otros lo hacen pintando, a algunos lo que les funciona es aprender a partir de enseñar a sus peluches o «trabajando» junto con mamá o papá… Con los descansos también hay que adaptarse a cada niño y niña, ya que la capacidad de concentración varía», explica Zenaida Aguilar. Por eso cree que lo importante es que los padres se adapten a las necesidades de sus hijos y sugiere que se les pregunte a ellos mismos.
6- Ser congruentes. Si todos en casa saben los horarios de los demás y se respetan, será más sencillo mantener un orden necesario tanto para el aprendizaje como para que los padres puedan trabajar, si lo hacen desde casa, o tengan su espacio de tiempo individual. De lo contrario, la situación puede desbordarnos. «Es fundamental ser congruente con lo pactado. Al fin y al cabo, lo mejor que nos deja este confinamiento es la posibilidad de conectar con los niños y las niñas y que sientan nuestra presencia, pero esta presencia ha de ser de calidad.

viernes, 5 de junio de 2020

El cerebro del niño se bloquea cuando le gritan




Como decía María Montessori, cuando se habla con las personas y sobre todo con los niños, la voz debe ser bajita y respetuosa… Si se alza la voz solo debe ser para cantar. El cerebro de los niños se bloquea cuando les gritan por lo que no aprenden y sienten un estrés emocional que les hace sentir mal.
Solo tienes que pensar en cómo reaccionas tú cuando te gritan… probablemente sientas ansiedad, ira y rabia cuando te hablan con un tono más alto de lo normal. Un niño no entiende por qué le hablan mal, su cerebro desconecta de la persona que le grita, y lo peor de todo es que también puede sentir miedo.

No conseguirás mejores resultados

Si gritas a tus hijos no conseguirás mejores resultados, todo lo contrario. Quizá grites porque piensas que tus hijos te respetarán más pero en realidad, cuando se grita solo indica una cosa: has perdido la paciencia y no sabes cómo reconducir la situación de otra manera… te has desbordado.
De cualquier modo, los gritos nunca son una buena opción porque no sirven para nada… Solo para que el cerebro de tu hijo se bloquee, tú te enfades y que el ambiente se convierta en tóxico.

Tu hijo no aprende si le gritas

¿Prestarías atención a tu jefe si te gritase mientras te explica algo o solo estarías en tensión todo el tiempo? A un niño le pasa igual… se tensa y sufre emocionalmente. Los gritos son como lanzas que se clavan en su corazón.
Quizá pienses que reacciona porque te respeta pero nada más lejos de la realidad. Los gritos le alejan de ti emocionalmente y pierden el respeto que te tienen. Cuando un niño reacciona ante los gritos es porque te tiene miedo y porque le duele emocionalmente… No aprende porque su cerebro deja de escucharte.



El cerebro de un niño y de cualquier persona de cualquier edad, solo aprende en un entorno de seguridad, amor y protección. Cuando una persona grita se activa el miedo y bloquea la zona de la amígdala que se encarga de regular las emociones (entre otras cosas). Cuando la amígdala detecta un peligro (como los gritos) se activa el estrés/miedo y existen diferentes opciones: huir, luchar o quedarse bloqueado. Ninguna de las tres son adecuadas porque el cortisol corre por las venas cuando se grita.
Esto ocurre porque cuando se grita a los niños, puesto que el cerebro es evolutivo, activa el modo de supervivencia y solo se protege de esa amenaza. Los gritos afectan directamente la amígdala y cuando da la orden de peligro comienza a aparecer por el torrente sanguíneo cortisol, adrenalina, dopamina… El cuerpo se prepara para protegerse.
Por si fuese poco, los gritos causan heridas emocionales, por lo que crean recuerdos negativos en la memoria de los niños, y lo peor, que si les gritas, tus hijos aprenderán a que gritar es una forma normal de comunicarse con los demás y gritarán cuando se sientan frustrados o enfadados por cualquier motivo.
Cuando quieras gritar hazlo, pero de cara al viento, no de cara a tus hijos. No es una estrategia educativa. Cuando estés con tus hijos, respira hondo y cuenta hasta 100 si hace falta, pero NO les grites a ellos. Son tus hijos, el amor más puro que existe para ti… NO se merecen un trato así.
Pon un poco más de educación emocional en tu vida y no será necesario que les grites… solo te darás cuenta de esto cuando notes que en realidad no te hace falta gritar para que tus hijos te hagan caso.

Fuente: https://www.etapainfantil.com/cerebro-nino-bloquea-gritan

EL ALIMENTO EMOCIONAL DE LOS NIÑOS SON LOS ABRAZOS



Un abrazo es un acto sencillo y gratuito que nos brinda más beneficios que muchas terapias. El simple hecho de recibir un abrazo nos hace sentirnos protegidos, comprendidos, queridos y reconfortados.
Abrazar es una muestra de afecto y la forma de establecer un vínculo de aceptación hacia otra persona y además, existen tantos beneficios que no deberíamos escatimar en ellos, sobre todo, cuando son los niños quienes los reciben.
Como seres emocionales que somos, el contacto físico es fundamental y constituye una forma de comunicarnos y de expresar sin hablar el afecto que sentimos por una persona.

7 Beneficios del abrazo para los niños 

Son muchos los beneficios desde el punto de vista afectivo y de salud en general, que un fuerte abrazo aporta a los niños.

1. Generan una sensación de protección y seguridad

Les ayuda a sentirse seguros y a tener más confianza en sí mismos. Un niño siempre va a sentirse más seguro cuando recibe abrazos de sus padres y familiares más cercanos. Al recibir un abrazo, el organismo libera oxitocina, una hormona conocida como “la hormona del amor”, que genera una profunda sensación de bienestar.

2. Estimula la autoestima

Abrazar es una forma de decir “te quiero”, “te tengo en cuenta”, “me importas”, y aunque también es necesario que se lo digamos todos los días a nuestros hijos, los abrazos ayudan a reforzar ese sentimiento y a mejorar su autoestima.

3. Fortalece la salud emocional

Un niño que reciba constantemente muestras de afecto a través de los abrazos como hábito cotidiano, será en el futuro una persona sana emocionalmente, capaz de manejar asertivamente los conflictos y no dependerá de terceras personas para afianzarse en sus resoluciones.

4. Refuerzan el sistema inmune

Al recibir o dar un abrazo el sistema inmunológico se activa y aumenta la producción de glóbulos blancos, encargados de luchar contra los agentes infecciosos como virus y bacterias.

5. Niños más felices

Los abrazos activan las endorfinas, responsables de aumentar la sensación de alegría y plenitud y disminuir la de ansiedad o tristeza. Si quieres restablecerle a un niño su alegría y animosidad, bastará con que lo tomes entre tus brazos y lo estreches con mucho amor; para que deje de sentirse triste o decaído. Un buen abrazo le aportará apoyo, comprensión y le reconfortará.

6. Fortalece la unión Familiar

Mejora la unión entre padres e hijos y fomenta el apego en la familia. Inclusive, los niños que se crían en un ambiente donde las manifestaciones de amor son un hábito constante; en el futuro formarán familias con esa misma tendencia. Los vínculos que propician los abrazos crean nexos afectivos cercanos y sinceros, que logran unir a la familia.

7. Reduce la ansiedad y el estrés

El contacto físico reduce la producción de una hormona, cortisol, que favorece el estrés, y aumenta las hormonas encargadas de producir sensaciones de bienestar. No hay nada que llene más a una persona, que la energía que se desprende de un abrazo sincero y motivado por emociones tan positivas como el amor.
El poder del abrazo le hace sentir al niño que no está solo, que tiene a alguien con quien puede contar y le abre el camino para que pueda expresar todo lo que siente; recuperando su equilibrio interior que en los pequeños es un tanto difícil de gestionar.