miércoles, 10 de febrero de 2021

Mi Familia

A lo largo de la historia, la familia ha tenido un papel de indiscutible valor, ya que en todas sus formas y culturas, ha supuesto un pilar básico para las sociedades. Es una estructura abierta que se adapta a la cultura en la que vive, que está en permanente conexión con ésta y que permite la transmisión de dicha cultura a las nuevas generaciones.

            La familia es un espacio de crecimiento y aprendizaje para todos sus miembros, de eso no hay duda. Según las circunstancias de cada miembro y la situación familiar en su conjunto las vivencias pueden ser de carácter positivo o negativo. Cada familia es diferente. Cada familia siente, gestiona y aprende de manera distinta.    

Es importante matizar que el esquema familiar ha ido variando con el paso de los años. Actualmente, las familias pueden ser las tradicionales de padre, madre e hijos/as; o las que están compuestas por un solo progenitor y los hijos/as; o las que incluyen a personas mayores en el núcleo familiar, o las formadas por una pareja de gay o lesbianas con hijos/as, las heterosexuales reestructuradas donde conviven hijos/as de relaciones anteriores con hijos/as comunes e incluso la convivencia con mascotas inclusive. Por supuesto, todas válidas e igualmente respetables.


Los padres y madres pueden actuar como agentes de prevención del consumo de drogas, ya que:

·         El secreto está en la educación. Cuando ante un adolescente se presenta la posibilidad de consumir de drogas, que elija consumir o no dependerá de la educación recibida, de cómo se ha normalizado o no el consumo en su entorno, de los mensajes que ha recibido desde la infancia, de su autoestima y de su forma de resolver conflictos.

·         Son el referente de sus hijos e hijas. Si existe un modelo parental libre de drogas habrá más posibilidades de que los hijos e hijas continúen en esa línea.   

·         La familia tiene la capacidad de establecer una comunicación íntima, sincera y libre entre sus miembros, lo que favorece el bienestar y la actitud positiva para afrontar los problemas.

 

¿Qué podemos hacer padres y madres para ejercer ese papel de agentes de prevención?

Educar en valores, siempre desde el cariño. Dejar a un lado la excusa de que “a mí me educaron así y no salí tan mal” y reeducarnos en modelos más positivos e igualitarios.

Podemos hacerlo mediante los estilos de crianza que son patrones de actuación, o dicho de otra forma, la manera en que los progenitores reaccionan a las demandas de sus hijos e hijas. Existen tres:

  1. Estilo autoritario (porque lo digo yo y punto). Relaciones de poder basadas en el miedo. No tienen en cuenta las opiniones de sus hijos/as, ni escuchan, ni explican. Son súper exigentes. Mienten, utilizan chantajes emocionales. Educan en el negativismo y catastrofismo. Imponen reglas inflexibles y utilizan normas para todo menos para ellos/ellas.
  2. Estilo pasivo (no llores, que te lo compro). No ponen límites, dan todos los caprichos a sus hijos/as y creen que por ello les quieren más. Son poco exigentes, permiten al menor regular su propia conducta. Son esclavos/as de sus hijos/as.  
  3. Estilo democrático (Te entiendo, sé cómo te sientes). Se basan en relaciones igualitarias de empatía y comunicación. Admiten los errores y piden perdón. Pactan y negocian las normas. Se interesan por sus hijos/as y participan en sus actividades. Les respetan y favorecen su autonomía. Tienen una comunicación abierta y sincera.
Reconocer cual ha sido nuestro estilo de crianza y cual usamos con nuestros hijos e hijas es la base para el cambio. ¡ADELANTE!


La diverdidad Familiar explicada por nuestros hijos: 
https://www.youtube.com/watch?app=desktop&v=Qx3ME9PauQs

 





















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